Comenzamos a caminar atravesando la vieja carretera del viejo pero modernizado pueblo de Venturada. Dejamos atras las viejas casas que acompañaban a los viajeros que transitaban por su empedrada carretera que les conducía al norte del país hasta atravesar la frontera con Francia.
A través de un camino de viejo asfalto, vamos avanzando hasta adentrarnos en la ribera de un pequeño arroyo que al correr de sus aguas va formando pequeños meandros que riegan la existencia de arboles centenarios que, en su frondosidad nos impide ver el cielo azul, tan hermoso que se da por estas tierras serranas.
Deambulamos por la orilla del pequeño arroyo rodeados de la milenaria flora que forma el territorio de este tranquilo lugar. El silencio solo se ve interrumpido por el viento que hace revolver la furia de aquellas ramas que crecieron en la humedad de una zona pintada de verde por un hermoso capricho de la naturaleza.
Dejamos atrás todo el placer que nos ha otorgado el inicio del paseo para entrar de lleno en la vorágine de los rugientes motores que, velozmente, se alejan por una carretera que viene a romper la belleza y el silencio que disfrutamos recorriendo la orilla del arroyo que nos ha venido regalando el hermoso sonido de sus aguas.
Nuestro caminar transcurre por una vieja carretera donde nuestras miradas se elevan al cielo para disfrutar del vuelo circular de una bandada de buitres esperando el momento que les permita lanzarse a la captura de algún pequeño viajero que, desde sus madrigueras, transite en busca de su alimento diario.
Entramos, de nuevo, por una pista de monte bajo en cuyas orillas florecen plantas diversas que perfuman nuestro recorrido. Observamos ricas comunidades vegetales constituidas por matas de baja altura que por el periodo en que estamos han alcanzado su plenitud. Por la zona más forestal observamos un pequeño bosque con distintas especies leñosas.
Girando nuestra vista hemos encontrado alguna viña de reciente plantación que le da a la zona un entorno de prosperidad.
Nuevamente cruzamos la carretera que atraviesa esta bella comarca donde los grandes bloques de montaña de la sierra de Guadarrama, une su montañoso caminar con la cercana sierra de Sómosierra y las mas alejadas de Ayllon.
Frente a Venturada un enorme guardián, la montaña de La Cabrera, con su pico de la miel, que se une al resto montañoso para proteger a este enclave de los fríos vientos del norte.
Al atravesar, de nuevo, la carretera que conduce, por un lado, al cardenalicio pueblo de Torrelaguna y por el otro al felipista monasterio del Escorial. A nuestra derecha, el monte que alberga a la urbanización del Coto de Monterrey, donde se distingue, en la distancia, la atalaya de comunicaciones que los árabes construyeron a lo largo de El Andalus (España), para establecer contacto visual con el resto de las zonas y avisar de posibles peligros.
Por fin, entramos al lugar de Venturada. Venturada, poblado que, en su macabra huida, las tropas francesas en 1812, prendieron fuego quedando en pié el único vestigio románico de la zona, su Iglesia. Venturada, lugar donde la vista se llena de belleza al contemplar la maravilla del valle y cordillera que la envuelven.
Amar un lugar, solo se consigue recorriéndolo y admirando las bellezas que le rodean.
Habéis nacido en un precioso y luminoso lugar. Enhorabuena.